Todos sabemos que es imposible librarnos de nuestra sombra, a no ser que apaguemos la luz. Absolutamente, todo lo que hagamos, nuestra sombra lo va a imitar o...eso creemos.
Mario era un niño normal, tenía un vida normal y lo que hacia no era nada del otro mundo. Era lunes y le tocaba colegio. Acababa de salir el sol y la figura de su casa se proyectó en el jardín.
Los pájaros piaban y los gallos cantaban anunciando la llegada de la mañana. Mario se levantó y bajó a desayunar. Cuando terminó se disponía a ir al colegio. Salió de su casa y, cómo de costumbre, el sol creó una larga sombra detrás de él. Mario se metió en el coche de su padre y se fue al colegió.
Cuando llegó, el maestro llamó a toda la clase para que entraran e hicieran la tarea. Una vez terminadas las tres asignaturas principales sonó el timbre del recreo y todos salieron disparados al patio.
Cuando Mario estaba jugando al escondite, intentó pillar a uno de sus amigos, pero, de repente, como por arte de magia, cambió de dirección y fue hacia otro de sus amigos. Pensó que le estarían controlando pero luego cambió de idea y siguió jugando.
Cuando terminó el recreo, todos entraron a clase. Ahora tocaba lengua con su maestro, Francisco. Mario sacó la libreta y se puso a hacer la tarea. Mientas estaba escribiendo, sin darse cuenta, escribió una palabra rarísima que ni el mismo entendía. Tuvo el mismo pensamiento que antes, pero, a lo mejor no había dormido bien. Así que la borró y siguió escribiendo.
Cuando terminó el colegio, su sombra todavía estaba ahí, imitando todos los movimientos que hacía.
Cuando llegó, el maestro llamó a toda la clase para que entraran e hicieran la tarea. Una vez terminadas las tres asignaturas principales sonó el timbre del recreo y todos salieron disparados al patio.
Cuando Mario estaba jugando al escondite, intentó pillar a uno de sus amigos, pero, de repente, como por arte de magia, cambió de dirección y fue hacia otro de sus amigos. Pensó que le estarían controlando pero luego cambió de idea y siguió jugando.
Cuando terminó el recreo, todos entraron a clase. Ahora tocaba lengua con su maestro, Francisco. Mario sacó la libreta y se puso a hacer la tarea. Mientas estaba escribiendo, sin darse cuenta, escribió una palabra rarísima que ni el mismo entendía. Tuvo el mismo pensamiento que antes, pero, a lo mejor no había dormido bien. Así que la borró y siguió escribiendo.
Cuando terminó el colegio, su sombra todavía estaba ahí, imitando todos los movimientos que hacía.
Justo, en ese mismo instante, tuvo la loca idea de que su sombra había cobrado vida. Después de haberlo pensado un poco, se dijo a si mismo que había tenido la idea más tonta del mundo: ¿cómo podría haber pensado que su sombra había cobrado vida?. Sin embargo, todo lo que le había pasado coincidía con su idea.
Mario abandonó su idea para siempre y cuando le ocurrían cosas raras él las ignoraba, pero... ¿quién sabe?, a lo mejor su teoría era cierta. Nunca lo sabrá.
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